A veces sucede. Caminas por una calle por enésima vez. Te sabes el camino de memoria, pero a mitad de él, te sientes perdido. Caes en la cuenta de que aquella no era la calle, que ni siquiera es la ciudad correcta.
Los lugares comunes dejan de serlo. Ya no nos reconocemos el uno al otro.
Somos extraños. Nosotros.